La pizarra natural ofrece una increíble combinación de belleza y excepcional durabilidad. Dicha durabilidad implica que su empleo puede contribuir a reducir significativamente los gastos de mantenimiento del edificio al que se incorpora, permitiendo incluso su reutilización, pues la duración de una cubierta de pizarra excederá la vida del edificio.
La pizarra natural no resulta afectada por las temperaturas extremas y es altamente resistente a los ácidos y otros productos químicos. Esto significa que es resistente a la lluvia ácida y a ambientes con elevados porcentajes de dióxido de azufre (SO2), donde los productos artificiales son más propensos a la decoloración por lluvias ácidas, o al crecimiento de líquenes.
Una cubierta de pizarra está formada por el ensamblaje de piezas independientes que se recubren parcialmente entre sí para lograr la estanqueidad de la propia cubierta. La fijación de las piezas a la cubierta se realiza por medio de clavos o ganchos metálicos.
Los formatos de pizarra más usuales son:
El fundamento principal para la colocación de la pizarra es la disposición de las distintas piezas en filas horizontales que se superponen de forma que las juntas entre pizarras quedan alternadas entre cada fila; la finalidad es que una pizarra haga de tapajuntas de las otras dos que van colocadas en la fila inferior.
De acuerdo con este principio, en cada una de las pizarras de una cubierta podríamos distinguir tres partes:
Para decidir la pendiente que debe tener la cubierta son factores determinantes la pluviometría de la zona, el régimen de vientos, la altitud o la influencia de accidentes geográficos próximos, así como la posición de la propia edificación.
Este valor es fundamental para el cálculo del solape entre las pizarras y conseguir la impermeabilidad de la edificación.
Como se veía anteriormente, ésta es la zona de la pizarra que queda totalmente oculta. Sobre la misma se superponen las dos filas de pizarras inmediatamente superiores. Su valor determina la elección de los elementos de sujeción, la distancia entre apoyos y el tamaño de la pizarra.
Se pueden emplear clavos de hierro, hierro galvanizado, acero y cobre. En cualquier caso hay que tener en cuenta que la zona
de clavado viene limitada por unos márgenes no inferiores a 25 mm desde cada lado. Este tipo
de sujeción requiere el uso de una pizarra de 6 milímetros de grueso, como mínimo.
La distancia a la que deben situarse los agujeros coincidirá con la distancia entre rastreles
más 15 mm que añadiremos para situarlos en el centro del rastrel.
Es recomendable utilizar ganchos de acero inoxidable, aunque también existen de hierro galvanizado, duraluminio, cobre y
latón. Es importante que la parte exterior o parte vista (A) del gancho tenga como mínimo
20 mm; su longitud (B) tiene que corresponderse con la del solape de la pizarra a fijar y
su espigón de clavado (C) será como mínimo de 25 mm., dependiendo del grosor de la pizarra.
La colocación de la pizarra con gancho tiene grandes ventajas: